Cuando el sueño es la libertad y la felicidad de los pueblos

“Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria. Mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como estas no sean a favor de los españoles y de su dependencia”  

Carta de José de San Martín a José Gervasio Artigas, 13 de marzo de 1816

En marzo de 1812 arribó al puerto de Buenos Aires la fragata George Canning. Venían a bordo una veintena de pasajeros entre los que se encontraba el teniente coronel José de San Martín, un miembro del ejército español de treinta y cuatro años, que había decidido regresar al suelo que lo vio nacer como un hombre de milicias.

A esa altura ya se habían desatado las revoluciones americanas en el marco de un complejo e indeterminado proceso de cambio político que aún se hallaba en ciernes. Poco más de una década después la determinación y la capacidad de ese mismo hombre había logrado no solo potenciar las fuerzas sociales, políticas y militares que lograron la emancipación definitiva de lo que más adelante sería Argentina, Chile y Perú, sino que había conseguido cambiar radical e irreversiblemente el asediado mapa sudamericano.

En ese sentido recordar a San Martín, en su 170 aniversario, es recuperar para la memoria social a un hombre unido a la causa de la autodeterminación de los pueblos, a favor de una América fraterna, de destinos compartidos y en contra de todo despotismo de ayer y autoritarismo de hoy. Un hombre de racionalidad universalista -masónico y liberal- consustanciado con las ideas provenientes de las tres grandes revoluciones que habían dado la posibilidad en su tiempo de pensar los principios de libertad e igualdad. Las dos revoluciones inglesas (1648 y 1688) -que supuso el derecho a la rebelión de los súbditos frente al incumplimiento de las obligaciones de los gobernantes-  y la revolución francesa que bajo la notable influencia de Montesquieu, Voltaire y Rousseau puso por escrito los “Derechos del Hombre y del Ciudadano” en 1789 por primera vez.

Pero a San Martín no solo podemos reconocerlo en las ideas sociales y políticas internacionalistas más avanzadas de su tiempo, también lo encontramos en el reconocimiento a los habitantes originarios de nuestro continente como a los auténticos dueños de las tierras americanas a los se refería fraternalmente como a la “paisanada indígena”. Y esto no dejaba de expresarse en otra de las simbólicas decisiones políticas del grupo revolucionario al que pertenecía. El nombre elegido para la logia de la que formaba parte era Lautaro, el nombre del líder araucano rebelde que encabezó la lucha contra los españoles y ajustició a Pedro de Valdivia en 1553.

En ese corto pero más que  intenso camino en nuestras tierras San Martín defendió las costas del Río Paraná atacadas por los españoles, reorganizó las fuerzas del ejército del Norte reemplazando a Manuel Belgrano, fue gobernador de Cuyo, mantuvo relaciones determinantes con caciques indígenas, creó un ejército popular que cruzó la cordillera de los Andes, expulsó a las fuerzas realistas con la habilidad de lo que se denominó “Guerra de Zapa”, desobedeció las órdenes ilegítimas del Directorio de Rondeau  y al poco tiempo se autoexcluyó de la victoria final para paradójicamente asegurarla, aislado por sus enemigos políticos.

Hombre culto, gran lector en varios idiomas -francés, latín e inglés- se trasladaba con su biblioteca personal a cuanto lugar viajara. Trataba de fomentar la lectura entre sus soldados y los pobladores de las ciudades que iba liberando fundando bibliotecas, dado que estas eran “más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia.”     

Pensó generosamente, dejando de lado su vida personal, sobrellevando no pocas enfermedades a cuestas en el marco de una vida modesta y austera, puesta al servicio de las aspiraciones más trascendentes de un ser humano. Objetivos e ideales pasados, que reescritos y actualizados en el mundo globalizado y pandémico de hoy deben continuar iluminando nuestras luchas por la reinvención de utopías, los pensamientos justos e igualitarios, la defensa del medioambiente y la relación armónica con la naturaleza, el respeto por la diversidad cultural y de géneros y la defensa indiscutible de las soberanías populares. 

Por: Fabiana Ertola, docente de la Carrera de Historia CRUB

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