El voto – por Laura Méndez y Víctor Díaz

El 23 de septiembre es el Día Nacional de los Derechos Políticos de la Mujer. Para conmemorar esta fecha, compartimos el cuento El Voto de Laura Méndez y Víctor Díaz. El mismo forma parte del Libro “Clarita del Sur. En busca de la Machi dorada. Historias increíbles pero ciertas de la Patagonia y la Argentina”. Neuquén, Pido la Palabra, 2014.

Locución: Marisa Del Prete
Ilustración: Walter Moreno

Cuando la pava comenzaba a cantar, Florindel la retiró del fuego. Con el mate recién hecho se acercó a la cama y despertó a su marido.

Había llegado de Formosa hacía un par de años y se ganaba la vida limpiando los baños de un bar de la zona de Constitución. Allí había conocido a su actual marido. Todo había ido bien al principio. Gumersindo Gómez era un correntino corpulento y apuesto a quien no le había resultado difícil enamorar a la solitaria chica provinciana. Sin embargo, Gómez, como le decían todos, a pesar de ser simpático y extrovertido en público, tenía una doble cara y era un hombre violento y hosco en su vida privada.

Al poco tiempo de casarse casi cualquier motivo era bueno para discutir con Florindel. A veces llegaba a golpearla. No parecía el mismo hombre que al día siguiente le traía una flor de regalo o la llevaba a pasear después del trabajo.

Gómez, luego de tomar los mates que le cebaba pacientemente su mujer caminando desde la cocina hasta la cama, sacó de su mesa de luz un papel prolijamente doblado y le dijo en tono severo:

—Hoy va a votar usted, ¿sabe? No entiendo a quién se le ocurrió que las mujeres puedan decidir quién es bueno para gobernarnos, pero va a ser así. Menos mal que yo le traje del comité radical la boleta para que no tenga que pensar mucho —agregó, entregándole el papel.

—Lo lleva adentro de la cartera, lo saca en el cuarto oscuro y lo mete en el sobre que le dan. Lo cierra y se lo da a la gente que está afuera, con la urna. No es tan difícil, hasta una formoseña rústica como usted lo puede hacer —explicó Gómez con aire paciente, como quien le explica algo a un niño lento de entendederas.­­

Florindel miró seriamente a su marido y asintió en silencio abriendo muy grandes los ojos color café. Guardó cuidadosamente el papel en la cartera.

Luego de ayudarle a atar el nudo de la corbata a Gómez, Florindel buscó su sombrero y salieron a la calurosa mañana de domingo 11 de noviembre de 1951. La calle los recibió con una bocanada de aire espeso que les pegó la ropa a la piel. Un trolebús detenido por la mano de Gómez los embarcó y luego de un rato descendieron. Caminaron lentamente hasta una escuela por la cada vez más caldeada mañana.

Ya dentro de la escuela, Gómez se encargó de averiguar cuál era la mesa en la que Florindel votaba. Cinco mujeres esperaban con la Libreta Cívica en la mano.

Gómez se le acercó y le dijo al oído:

—Ya sabe lo que tiene que hacer si no quiere ligarse un soplamocos. Yo la espero acá, fumando. Florindel se ubicó en la fila apretando la cartera con las dos manos. Luego de unos minutos de espera las autoridades de la mesa explicaron a las seis, en forma general, cómo debían proceder al ingresar al cuarto oscuro. En realidad, no era oscuro sino solamente privado para que nadie viera lo que cada votante metía dentro del sobre. Las mujeres fueron ingresando una a una. Al salir, entregaban el sobre que, una vez sellado, metían en la urna.

La formoseña entró a su tiempo y se encontró con varios pupitres juntos llenos de boletas. Sacó de su cartera el papel que le había dado su marido, apoyó el sobre en la mesa y buscó entre los papeles apilados para retirar uno cuya fórmula electoral fuera “PERON-QUIJANO”. Dobló la boleta y la metió en el sobre. Antes de salir metió el papel de su marido debajo de una de las pilas. A pesar del riesgo que implicaba para ella, su decisión estaba tomada desde que supo que votaría. Perón y Evita habían hecho mucho por los derechos de las mujeres como para olvidarlo.

Cuando salieron a la calle, Gómez le quitó la cartera y la abrió. Al ver que no estaba la boleta sonrió y, tomándola de la mano, le dijo suavemente:

—¿Quiere tomar un helado?

Perón ganaría las elecciones por un 62%.

Ilustración: Walter Moreno